miércoles, 28 de julio de 2010

Estrepitoso modo de mover los pies tenía. La dama iba y venía, llevaba flores en su vientre. Los tacones hacían ruido, los cabellos batían duelo con el aire. Es un juego, una danza con palabras, darte el golpe certero, un torero con melena larga y vestido al cuerpo. Su daga no mata ni hiere, sólo cosquillea en el pecho, roba unos instantes el aire y luego se aleja misteriosa con su aire engalanante. Es un juego, pasatiempo, y no sabe otra manera, nada perdura en su cuerpo, todo efímero como estrellas fugaces. A veces taciturna mira la noche y la noche la mira a ella. Estrepitoso modo de mover los pies tenía. Era una apuesta con la luna captar almas al paso, jugar los versos con los que confundiría al transeunte. Sus palabras plumas que rozan las pieles y dejan pequeñas marcas imperceptibles. Dama de triste porte, pelo azabache, zapatos de tango, ojos canela, miel en sus manos. Nadie sabe como amarla y retenerla en sus brazos, siempre la brisa la lleva como hoja con su canto. Suenan tambores a lo lejos, la lluvia la esta llamando, ya la noche guiña su blanco ojo, y del suelo se alejan los zapatos.

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